La enfermedad
Sufrir un ictus puede ser algo devastador. Con esta enfermedad cerebrovascular, la expresión “hay un antes y un después” cobra cierta relevancia al producirse un cambio importante en tu vida y la de tus familiares.
Tras sobrevivir a la enfermedad, comienza el largo y arduo camino de la recuperación. Un proceso que no debe centrarse únicamente en el aspecto físico o neurológico, sino también en el plano psicológico, social y emocional. Es innegable que tu vida ha cambiado y nada volverá a ser lo mismo, pero el primer paso antes de iniciar la recuperación es ser consciente de lo que te a ocurrido.
Las secuelas
Lo que más miedo y preocupación genera en personas que han sufrido un ictus son las posibles secuelas que pueden quedar tras la enfermedad. Aunque se sabe cuáles son las más comunes, pueden existir diferencias en cada caso.
Principalmente, las secuelas dependerán de la dureza del ictus, el daño cerebral provocado y el lugar del cerebro afectado. Para tratar de minimizar al máximo las posibles secuelas, es muy importante reducir el tiempo de reacción ante cualquiera de los síntomas de la enfermedad. Por ello, las primeras cuatro horas tras sufrir un ictus son cruciales para sobrevivir o reducir el daño y, con ello, las futuras secuelas.
La movilidad
Las principales complicaciones pueden manifestarse mediante la pérdida de la movilidad, denominada plejia o parálisis. Esto ocurre cuando la persona afectada es incapaz de realizar ningún movimiento en el lado del cuerpo afectado. Y también la paresia, cuando el afectado es capaz de realizar movimientos con menor fuerza que la parte del cuerpo no afectada.
El lenguaje
Después de sufrir un ictus, es posible desarrollar problemas en el lenguaje que dificulte la comunicarse. Este es el caso de la afasia, cuando el paciente es incapaz de comprender y/o emitir cualquier tipo de lenguaje. Es muy habitual también la disartria, que consiste en una alteración del habla y la dificultad para articular palabra. Estos problemas complican la comunicación entre el paciente y sus cuidadores o médicos.
Secuelas psicológicas después de sufrir un ictus
Teniendo en cuenta el carácter agudo del ictus en su primera fase, todos los esfuerzos sanitarios se centran en la identificación de los daños motores, sensoriales y sensitivos, lo que conlleva una menor atención a la detección de problemas mentales.
Resulta complicado establecer un listado de alteraciones psicológicas que conformen un patrón en las personas afectadas, pero podemos destacar las siguientes: depresión, cambios de conducta, deterioro de las relaciones interpersonales y ausencia de empatía o iniciativa propia.
En muchos casos, la no aceptación por parte del paciente de la situación en la que se encuentra puede derivar en un deterioro mental. Esto hace y que el tratamiento psicológico sea muy importante para la calidad de vida de la persona después de sufrir un ictus.
La rehabilitación
La rehabilitación en personas afectadas por un ictus tiene el objetivo de minimizar los daños causados por la enfermedad y conseguir una readaptación social. Para ello, es muy importante la implicación total del paciente y sus familiares con el fin de obtener los mejores resultados.
El primer paso es entender que, dependiendo del daño sufrido, la recuperación puede ser total o parcial. La principal misión de la rehabilitación es ayudar a mitigar los déficits de la persona, no eliminándolos en su totalidad debido a la posibilidad de ser permanentes.
El tiempo de recuperación es uno de los mayores hándicaps en la recuperación de los pacientes. En la mayoría de los casos, el nivel de motivación para afrontar esta enfermedad está condicionado por los avances que se van obteniendo con la rehabilitación. La recuperación, en todo caso, dependerá de la propia persona y del tipo y grado de discapacidad.
Por norma general, durante los tres primeros meses se produce una mayor recuperación funcional. Después, entre el tercer y sexto mes los avances aumentan en menor medida y, una vez cumplido el sexto mes, se produce una estabilización en la persona afectada, pudiendo seguir mejorando la capacidad del lenguaje y del equilibrio hasta los dos años.
Problemas en las actividades de la vida diaria
Tras sufrir un ictus, la vida diaria de una persona afectada cambia por completo. El grado de discapacidad y la dependencia a la hora de realizar actividades básicas condicionará su día a día. Por ello, con el fin de minimizar este “shock”, debemos promover la integración de estas personas para que puedan seguir participando en las decisiones que atañen a su vida en la medida de lo posible.
Muchas veces, los cuidadores de las personas con discapacidad intentan hacerles la vida más fácil. Esto, de manera indirecta, provoca que los pacientes no participen en sus actividades diarias o queden excluidos de conversaciones y círculos sociales debido a su dificultad para comunicarse. Por ello, hacer partícipes a las personas afectadas puede ayudar a su integración y a evitar que sufran uno de sus principales miedos: no sentirse útiles de nuevo.
#PorUnMundoSinIctus debemos concienciar a la sociedad para que conozcan la enfermedad, cómo combatirla, e identificarla y saber reaccionar ante un caso real. Solamente así conseguiremos frenarla.